domingo, 25 de marzo de 2012

El Estado de Bienestar en Europa

Con respecto a la Unión Europea, como se afirma en El Libro Blanco de la Política Social Europea (1994), lograr una Europa de oportunidades para todos requiere cambios. Mientras el crecimiento del empleo ha sido débil con respecto a Estados Unidos y Japón, los niveles de solidaridad social han sido más altos. Pero tal solidaridad ha sido principalmente pasiva. Se dedica a mantener los ingresos de amplios grupos de la sociedad (proporcionando beneficios en efectivo mediante la redistribución de los ingresos, lo que recae en gran parte en una población activa en continua disminución) sin prepararlos o animarlos suficientemente para que contribuyan a la actividad económica. Ahora hay que aumentar gradualmente la transferencia de recursos, y dirigirla hacia una mejor redistribución de oportunidades. Los dos objetivos están íntimamente ligados, pero hay que insistir en el segundo si se pretenden reducir los costes humanos y sociales de los cambios estructurales, y pasar de un planteamiento pasivo a uno más activo.

La protección social y los nuevos ámbitos de la educación social son espacios de unánime apoyo y dos factores de fuerte impacto en la actual lucha por la cohesión social europea. Sin embargo, a pesar de su importancia como factor de solidaridad social, el bienestar y la educación social se enfrentan con problemas que dificultan su pleno ejercicio. El aumento del desempleo, la inmigración, el envejecimiento de la población, los cambios en las estructuras familiares, la creciente pobreza, el fenómeno de la exclusión social, la masiva demanda de prestaciones sociales, etc., son algunos de los principales obstáculos que la generalización de la protección y la educación social tienen en nuestros días.

Admitiendo, como afirman algunos autores, que el Estado del Bienestar prioriza las finalidades económicas sobre los principios de ética social, a las anteriores consideraciones será preciso añadir el necesario control del gasto público y la aplicación de la llamada estrategia de la “selección del objetivo”. Es decir, las autoridades públicas deben orientar los recursos económicos a la solución de los problemas más acuciantes y de posible solución:

Un progreso social continuo no puede basarse solamente en la prosperidad económica y, por tanto, en la competitividad de la economía europea. La clave reside en continuar los aumentos de productividad, que permitirán que la Uniónaúne altos niveles de protección social con la capacidad para competir en mercados mundiales. Europa necesita moverse hacia una economía eficiente, basada en la calidad, con un alto índice de inversión en nuevas tecnologías. El recurso clave será una población trabajadora bien formada y altamente motivada y adaptable. Si la creación de riqueza es esencial para el progreso social, el entorno social es también un factor esencial en la determinación del desarrollo económico. El progreso no puede fundarse simplemente en la competitividad de las economías, sino que ha de basarse también en la eficiencia de la sociedad europea en su conjunto.

Si echamos una mirada al pasado de la educación social, observaremos que, desgraciadamente, sus fases de máximo apogeo coinciden con las épocas o situaciones más conflictivas de la sociedad. El impacto del cambio industrial sobre los trabajadores con niveles bajos de formación, las nuevas formas de inmigración ilegal y los constantes movimientos de población hacia los países del bienestar obligan a una seria reflexión acerca del papel que la educación social debe jugar frente al riesgo de la aparición de nuevas formas de exclusión social. Sólo una creativa e innovadora estrategia de protección y educación social podrá evitar el riesgo de tener que convivir con situaciones injustas y conducentes a lógicas actitudes violentas por parte de la población más vulnerable. No olvidemos que la violencia social es, frecuentemente, la expresión de la insatisfacción experimentada por un sector de la población que se ve privado del derecho de formar parte de esa sociedad y cultura del bienestar a la que tiene derecho:

Esto es esencial porque la eficiencia de nuestras sociedades en conjunto condiciona lo competitivas que puedan ser y el crecimiento que puedan producir. Si el desarrollo económico ha de hacer que aumente el bienestar humano, debe también tener en cuenta preocupaciones sociales y ambientales. Igualmente, perseguir altos estándares sociales no debería considerarse solamente como coste sino también como elemento clave de la fórmula competitiva. Por estas razones esenciales, la política social de la Unión no puede estar en segundo plano con respecto al desarrollo económico o al funcionamiento del mercado interior. El crecimiento del número de pobres y de parados, la posible aparición de una clase inferior, el incremento de la presión sobre los servicios sociales (por ejemplo, el desempleo y los servicios de sanidad) y el aumento de la criminalidad acaparan los recursos disponibles. La financiación de la seguridad social plantea graves problemas a todos los Estados miembros. Un aumento de confianza sólo puede, en la Unión, derivarse de la reconciliación entre las políticas de desarrollo económico y su aplicación a un desarrollo social con niveles más altos de vida para todos. Hay que saber que esto puede incrementar el carácter competitivo de la Unión y equiparla para tener una influencia exterior más fuerte en la escena mundial. (Comisión Europea, 1994).

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